La persecución de que son objeto los bahá’ís en Irán, estimado lector, como habrá podido comprobar durante su lectura de El Bronce Persistente, o como hará si decide leerlo, viene de lejos. Concretamente, desde el momento preciso en que nació la Fe bahá’í, a mediados del siglo XIX.
Irán no se ha recuperado del oscurantismo de sus últimos doscientos años. La Fe bahá’í, como en su momento le ocurrió al cristianismo, que vio sus primeras luces en una sociedad judía en retroceso, suscitó inmediatamente lo mejor y lo peor. Miles de personas se reconocieron creyentes de algo que parecía cumplir sus expectativas espirituales y sociales. Instantáneamente, el clero chiita y los cuadros políticos se sintieron amenazados. El resultado: la sangre de varios miles de sus primeros seguidores anegó el entusiasmo primaveral que parecía revitalizar el país.
No importó la edad, el sexo o la posición social. De un modo que puede resultarnos familiar y tristemente evocador de otros momentos sombríos de la historia europea, la palabra abjurar cobró súbitamente relevancia. Las autoridades intentaron que los adeptos de la nueva religión apostataran. Pretendieron borrar, eliminar, acallar el rumor creciente que se elevaba desde cada rincón de Irán. ¿Cuál era la voz que se corría, en realidad? Que la revelación religiosa no tiene su sello en Muhammad —Mahoma, como se castellanizó aquí—, sino que halla su renovación periódicamente en una persona especial. Sí, ha leído bien, una persona especial, un elegido, un santo, alguien inigualable, si quiere.
El clero local, apoltronado en sus privilegios, también lo hizo, leer lo que ocurría, y esto era, básicamente, el agotamiento de sus prerrogativas y de su medio de vida. Porque los bahá’ís añadieron que esa persona singular estaba allí, en Irán, con un mensaje destinado a revitalizar la espiritualidad de la humanidad, si quien lo escuchaba estaba por la labor. “Sígueme, deja que los muertos entierren a sus muertos”, dijo Jesús. Bahá’u’lláh, y su heraldo, El Báb, sustanciaron el mismo mensaje. Para colmo, mantenían que la verdad religiosa es relativa y que debe respetarse lo de cada cual.
¿Puede imaginarlo? El Shah, su visir y quienes se abrigaban a su sombra palidecieron, se quedaron de pasta de boniato. A continuación, se indignaron, se arengaron unos a otros para cobrar valor, y alguno desempolvó la palabra mágica: abjuración. Después, empezaron a matar. Pero no lo hicieron pulcramente, de modo eficiente y sin ruido. Se tomaron su tiempo para aplicar las torturas más refinadas y barrocas que pueda imaginarse. No le describiré nada, pero si desea atisbar un momento desde su intimidad, no le costará encontrar testimonios, dibujos o grabados de la época. Y fotos posteriores, ya en la primera mitad del siglo XX.
Desapariciones y actualidad
Por otro lado, la hemeroteca más básica se ha visto trufada de noticias periódicas sobre desapariciones de bahá’ís, incautación de sus bienes, pérdida de derechos, asesinatos o encarcelamiento sin juicio ni cargos, más allá de los que cito de refilón en El Bronce. Ahora será usted quien se quedará atónito. ¿Se imagina que unos desconocidos entraran en su casa a las dos de la mañana y lo arrancaran de su hogar para arrojarlo a una celda sin informarle razón alguna? Añada que carece de noticias del exterior, que es torturado periódicamente, y que es al cabo de dos o tres años cuando le comunican una acusación que, aunque muy vaga, en Irán es gravísima: ser enemigo de la República o enemigo de Dios. En este último caso, prepárese para una ejecución o una condena de varios decenios.
La ONU reacciona, denuncia, sanciona. Pero Irán no es Afganistán. Tiene petróleo y vecinos a los que de vez en cuando les mete el dedo en el ojo. Además, no olvide el detalle, nada desdeñable, de la amenaza nuclear. En consecuencia, las llamadas de atención sobre la falta de democracia en Irán acostumbran a tener un recorrido limitado.
En la segunda mitad de 2020, sin embargo, la supresión de derechos humanos de los bahá’ís en Irán ha sido denunciada en el Parlamento Europeo, en los parlamentos de Noruega, Irlanda, en la Cámara de los Comunes del Reino Unido, en la Cámara de Representantes de la Estados Unidos, en el Senado de Canadá y en el Bundestag alemán, por citar los más representativos.
Si desea profundizar más en este asunto, la representación bahá’í ante la ONU mantiene un repositorio en Internet que puede ilustrarle: Home | Archives of Bahá’í Persecution in Iran (bic.org)
Por otro lado, los últimos meses de dificultad económica, médica y social han derivado en un cambio abrupto en las vidas de todos nosotros. ¿Se imagina cómo ha podido repercutir en las de unas personas que, de por sí, ya viven hostigadas, recluidas y sin libertad de ninguna índole? A través de la siguiente página podrá hacerse una idea: https://solidaridadbahai.com/