ARTE

Capilla Brancacci:

"Había perdido la noción del tiempo mientras contemplaba el fresco. Instintivamente, se subió la cremallera del anorak porque sentía bajo la ropa el avance de la humedad y del frío de la capilla. De pronto, una sonrisa amarga se dibujó en su rostro: no era la temperatura de la iglesia la que le arrancó el estremecimiento, sino la certeza de que Masaccio había pintado en Eva, a la vista de todos, pero convenientemente codificados, los signos de los agravios y las desventuras de su sexo. Recogidos en la mueca, que ahora observaba reflexiva y más tranquilamente, reconoció los malos tratos, las violaciones, asesinatos, abusos y muerte que, bajo diversas formas de tortura, se ha infligido a las mujeres desde el preciso momento en que a Eva le asomó la desesperanza a la cara."

"La capilla se había salvado en el siglo XVIII de un incendio devastador. Miracolosamente, dirían después, aunque para entonces sus frescos ya habían cumplido su objetivo didáctico, arraigando en el estilo de los pintores renacentistas."

Capilla Brancacci

Pintura al fresco:

"Los ojos adiestrados de Isabel recorrieron el contorno de las figuras, intuyendo el trabajo diario del pintor. Cada día, éste debía elegir calculando por lo bajo y sin excederse, los motivos que iba a pintar. Era preciso, para preparar la fina capa húmeda de polvo de mármol, cal y agua —el intonaco—  sobre la que iba a trabajar. Ahí residía la dificultad del fresco: en camuflar las juntas que el secado producía a diario, en cada giornata de esfuerzo."

Capilla de San Brizio, por Luca Signorelli: La resurrección de la carne.

"Brotan del suelo, escapando de sus sepulturas, osamentas y muertos recientes que se afanan, ayudándose unos a otros, en ponerse de pie, atentos todos ellos al toque de trompeta de los ángeles que anuncian que la hora de levantarse ha llegado.

Durante su visita a la monumental capilla Isabel había sufrido una ligera taquicardia, un momento de profunda admiración que le erizó el vello de la nuca. Hubiera deseado gritar, saltar y salir corriendo de allí. Pero se mantuvo estática, jadeando ligeramente mientras esperaba adueñarse, en unos segundos, del control de sí misma. Cuando recuperó el control, se vio trasladada al pincel del maestro. Aquí están mis restos, Luca Signorelli, devuélveme a la vida. Pinta para mí un ángel que haga resonar la trompeta y anuncie que me ha llegado el momento."

Frescos de la sala de batallas en El Escorial

"—¿Ves ese paño? Ahí está Juan II saliendo sorprendido de su tienda, en mitad de todo el jaleo. ¿Y qué hace cuando ve que la cosa no va bien? Desde luego, no vuelve a entrar. En su lugar, le pide a Álvaro de Luna que le informe de la situación y después traba batalla. Aunque luego la historia pone en entredicho la honestidad de don Álvaro, ese día todos cantaron un tedeum por la victoria que Dios les había concedido sobre los moros granadinos… En la vida, Isabel, no puedes abandonar. Has de luchar, como lo hizo el rey, con la mirada siempre fija al frente."

Armaduras

"Al llegar a Kohlmarkt, torcieron a la izquierda y se dirigieron al Demel. Con la banderola del establecimiento a la vista, oro sobre negro, Isabel se sonrió evocando las armaduras pintadas por Tiziano. De parada, negras relucientes, repujadas en bronce dorado, articuladas y majestuosas. Isabel admiraba los retratos de Carlos I y de Felipe II, pero le fascinaban los lienzos del Gran Duque de Alba, retratado por Antonio Moro, y el de Alejandro Farnesio, de Otto van Veen. Ecos de Mühlberg, donde Alba lanzó una carga general dirigida por el Tercio de Nápoles, siempre en la vanguardia que marcaba Alonso de Ulloa, y del halo del vencedor de Mauricio de Nassau. Personajes que se correspondían más con el sentir general de Isabel porque, al fin y al cabo, tenían bajo sus magníficos petos, como ella bajo su bronce, el cuerpo cosido a cicatrices."

Armadura
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Modernismo

"Se apeó en Karlspatz, a mitad camino entre el VIC y su casa, y se acercó paseando a los edificios gemelos de las estaciones de metro. Art nouveau creado a finales del siglo XIX con mármol y hierro. Humildes parientes de los diseños de Guimard para el metro de París, que conseguían transportar a Isabel al mercado de Colón de Valencia, al de la Boquería de Barcelona, o al Central de Zaragoza. A latitudes más cálidas. A casa. Simetría y sobriedad vienesas que paradójicamente evocaban, en la mente de Isabel, la digresión  sensual y asimétrica de las realizaciones mediterráneas. El nexo común era la burguesía, el dinero y evidentemente, los materiales. Se acercó a uno de los pabellones y acarició un angular de hierro destinado a fijar la delgada plancha de mármol. Apreció admirada el cuidado equilibrio cromático creado a partir del verde, del amarillo y del naranja. Entonces echó un vistazo al reloj y comprobó que disponía todavía de diez minutos hasta la cita."

Délacroix

"Para distraerse, Isabel sacó el ordenador portátil y extrajo un disco al azar del estuche de diez que llevaba en la funda: la obra de Delacroix. Concéntrate, concéntrate. Pero el orientalismo del francés lo hacía difícil. Demasiado Argel y Meknes; demasiadas odaliscas y árabes. Sin embargo, le gustaba su conocimiento de la historia y de la mitología. Delacroix te acompañará siempre, querida —le había susurrado su abuelo, la primera vez que le mostró una de sus litografías, la de Grecia moribunda en las ruinas de Missolonghi, porque es el heredero directo de Miguel Ángel y el padre, junto con Velázquez y Goya, del impresionismo francés. Nunca te defraudará. Pero ahora, en pleno vuelo rumbo a Irán, Eugène Delacroix se mezclaba en su cabeza con Marian, con sus padres y con Evin, dispersando su mente. Pasó mecánicamente varias presentaciones hasta que llegó a La muerte de Sardanápolo y se le cortó la respiración. Casi alucinada por el descubrimiento, le costó unos segundos tranquilizarse antes de aumentar el tamaño de la vista del cuadrante inferior derecho. El pintor había complicado la contemplación mezclando las perspectivas, algo que le echaron en cara los academicistas franceses. Pero consiguió equilibrar todo el conjunto creando un espacio perfectamente diseñado para realzar los volúmenes, en una escena en la que predominan los colores oro y grana, cuya acción en diagonal rebosa, por igual, voluptuosidad y horror. Al asaltar las masas su palacio, Sardanápolo sabe que va a morir. Por lo tanto, ordena a sus eunucos que ejecuten todo lo que en vida le ha proporcionado placer, considerando por igual, de este modo, a sus mujeres y a sus animales domésticos. Eso no era algo que escandalizara a Isabel, que conocía la historia y el lugar que había ocupado la mujer en cada momento.

© RMN-Grand Palais / La Mort du Sardanapale, Eugène DELACROIX
© RMN-Grand Palais / La Mort du Sardanapale, Eugène DELACROIX

Lo que le sorprendió, fue descubrir que Delacroix la había retratado a ella en su obra. Se reconoció a los pies del tálamo real, desnuda y con la espalda arqueada, con la daga del rab reshe, que sujeta su brazo desde atrás, penetrándole el cuello. Entonces cerró los ojos, valorando su hallazgo: siempre, y en todas partes, podía haber un Evin aguardando a la vuelta de la esquina, con un abyecto funcionario con la cara picada por la viruela y de mirada feroz, ocultando un katar en el dorso de la mano, relamiéndose ante el inminente placer de la sangre ajena. La suya.

Sacó el disco, apagó el ordenador y se reclinó contra el asiento. Maldito Delacroix, malditos violadores hijos de puta y maldito género humano, que no los fusila a todos con las primeras luces del alba."

Puentes sobre Florencia

"Se apoyó en el pretil y observó discurrir el agua sobre el contorno redondeado del salto que atraviesa el río a esa altura. Se había hecho preciso dominar su carácter torrencial, que se había cobrado sus trofeos en diversos momentos de la historia de la ciudad. El agua había dejado profundas cicatrices en edificios y obras de arte, mientras modelaba al florentino análogamente a como éste hacía con los bloques de mármol extraídos de las canteras blanquecinas de Carrara."

Capítulo-1_Puentes-sobre-Florencia

HISTORIA

Jomeini

"Quizá por estos motivos, Jomeini azuzó la sociedad iraní desde su exilio en Neauphle-le-Château, lanzándola hacia adelante, como quien libera un proyectil con su honda, obnubilada por promesas que recordaban vagamente las proclamas de Reza Pahlevi. Iba a llevar a cabo una reforma agraria, nacionalizaría los bancos, haría plenamente iraníes los sistemas de crédito, el petróleo… todo ello en beneficio del pueblo. El maná iba a caer suavemente sobre todos. Y él iba a ser quien lo facilitara."

Capítulo-1_Sadegh-Ghotbzadeh-y-Ruhollah-Khomeini_Neauphle-le-Château1978

Sepah

"En Teherán se había gritado libertad —Azadi—, y las masas quisieron creer que con eso bastaba. De ese modo, en julio de 1980 tres mil mujeres se manifestaron por las calles de la capital en contra de la obligación de utilizar el chador en los organismos oficiales. No hemos hecho la Revolución para retroceder ahora. Somos mujeres y no vamos a permanecer encadenadas, decían. Pero el virus del fundamentalismo había sido ya inoculado y tuvieron que enfrentarse a los pasdaranes y a los basiyíes: No queremos prostitutas; hay que denunciar a las mujeres sin chador y ejecutar a los colaboradores de la Savak."

Capítulo-2_Pasdaranes
Ali Khamenei website
Ali Khamenei website
Capítulo-2_Pasdaranes3
Capítulo-2_Torre-Azadi

Abuelos

"De este modo, hicieron honor a sus abuelos, muchos de los cuales habían cruzado la frontera hacía unos años, con los puños apretados y el corazón oprimido por la rabia, para acabar mandando vehículos semiorugas en la 9ª de Leclerc, luciendo nombres como Teruel, Guadalajara o Guernica, y paseando orgullosos por las calles de París tras haberse desayunado los restos de la locura que asoló Europa. Otros lo habían hecho unos años antes, camino de otras fronteras, para devolverles a los comunistas de Stalin, a domicilio, su tarjeta de visita en forma de valor, acometividad y arrojo: La División Azul. Unos y otros, abuelos y nietos, acabarían mortalmente heridos en el corazón por una España poco agradecida, siempre olvidadiza con quienes la sirven con exactitud y honradez, perversa y permanentemente escorada hacia el lado del arribista, del incompetente y del felón."

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Húsar alado

"El rey de Polonia, el margrave de Baden-Baden y otros tantos príncipes y nobles, abrieron una brecha definitiva gracias a los húsares alados polacos de su caballería. Jinetes enloquecidos, que cargaban tajando con sus sables curvos y hundían sus kopias en la carne de los enemigos mientras descargaban sus pistolas en las formaciones a pie y abrían las cabezas de los infantes de un golpe seco, apretando tenazmente las pantorrillas a sus monturas árabes del Caspio."

Capítulo 17_Húsar alado
Capítulo 17_Húsar alado2

San Ruperto

"El otoño de Viena ofrece sorpresas meteorológicas como el día luminoso que Isabel disfrutaba en la terraza del Salzamt, frente a la iglesia de San Ruperto, en la plaza del mismo nombre. Aunque la temperatura era fresca, se había bajado la cremallera del North Face y paladeaba con deleite el café expreso que le había traído el camarero, junto con un vaso de agua. Sólo schwarzer, sin agua, pedía Isabel. Pero el camarero siempre hacía caso omiso. La costumbrrre, señora, le decía sonriendo cómplice."

© Bwag/CC-BY-SA-4.0
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Memorial

"Los nazis instalaron en Viena su cuartel general en el hotel Metropol. El texto grabado en la piedra, ideado por el presidente de la asociación de supervivientes de los campos de concentración, sugería el carácter aciago del lugar: “Aquí estuvo la casa de la Gestapo. Para quienes creían en Austria, fue el infierno”.

Sin embargo, era el exordio del bloque superior lo que a Isabel le llamó la atención cuando lo leyó por primera vez. Niemals vergessen. O sea, nunca olvides. En esa ocasión, se quedó de pie frente al monumento, clavada en el sitio, como si Wilhelm Steiner le hablara directamente. Porque ella era, de hecho, una de los suyos, aunque proveniente de un campo de concentración diferente, de un infierno distinto. Por ese motivo, siempre que volvía, y no había nevado, aprovechaba para descalzarse y pasear por la zona tras dedicarse unos instantes de reflexión frente al texto. Le gustaba sentir la humedad de la hierba en la planta de los pies. Ella no olvidaba."

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VIC

"-¿Que sepa cuál es mi sitio o que sea subordinado? Ah, ya veo —prosiguió, perspicaz—. No te fías de mí porque soy el nuevo, ¿no es así? Recién aterrizado. Te estás preguntando cómo me han asignado este trabajo si acabo de llegar. Incluso puede que pienses que a ti te costó más llegar al nivel en el que estás, mientras ves que un recluta pisa ya en el mismo escalón que tú, que llevas años en el VIC. ¿Me equivoco?"

Capítulo 9_VIC

Alcántara

"Había sufrido, en el pasado, a supervisores de ese palo, que daban el cerrojazo a una operación cuando todavía había margen de maniobra para recuperar a los agentes de campo. Gente más ocupada en salvar su pellejo y mostrarse a sí misma oficialista, tratando de cortar al mismo tiempo, por debajo del tapete verde, los hilos que la unían a quienes hasta el día anterior aseguraban el precario equilibrio de la democracia que decían defender."

Capítulo 13_ Alcántara